miércoles, 27 de febrero de 2013

GUIÓN LITERARIO "MATAR A UN RUISEÑOR"

Cuando se acercaba a los trece años, mi hermano Jem sufrió una peligrosa fractura del brazo, a la altura del codo. Cuando sanó, y sus temores de que jamás podría volver a jugar fútbol se mitigaron, raras veces se acordaba de aquel percance. El brazo izquierdo le quedó algo más corto que el derecho; si estaba de pie o andaba, el dorso de la mano formaba ángulo recto con el cuerpo,el pulgar rozaba el muslo. A Jem no podía preocuparle menos, con tal de que pudiera pasar y chutar.
Cuando hubieron transcurrido años suficientes para examinarlos con mirada retrospectiva, a veces discutíamos los acontecimientos que condujeron a aquel accidente.


[En el interior de la habitación  de Jem, se encuentran este sentado sobre su cama junto con su hermano el cual está enfrente de él, sentado en un sillón. Ambos charlan entretenidamente recordando historias pasadas]

NARRADOR (hermano de Jem)
- ¡Ey Jem!, ¿te acuerdas de cuando te pasó lo del brazo?

JEM: claro, ¿Cómo no me voy a acordar ? No habremos hablado sobre esto veces ni nada... (se le cambió el gesto de la cara mientras miraba fijamente a su hermano)

HERMANO DE JEM: Bueno ya...  pero sigo sosteniendo que  Ewells  fue el culpable de todo aquello (sonrió pícaramente)

JEM: Y yo te sigo repitiendo que no. Todo empezó mucho antes, ya te lo dije. Empezó el verano que Dill vino a vernos y nos hizo aceptar la idea de  hacer salir a Boo Radley.. (se levantó de la cama y se puso de pie frente a su hermano)

HERMANO DE JEM: Bueno es que si partes de ahí... entonces yo te digo que en realidad todo empezó con Andrew Jackson porque si Jackson no hubiera perseguido a los indios creek valle arriba, Simon Finch nunca hubiera llegado a Alabama...   Y, si te das cuenta....... ¿Dónde estaríamos nosotros entonces? (aumentó un poco el tono mientras se levantaba de la silla y se ponía de pie)

JEM : Mira,no vamos a seguir discutiendo porque siempre que hablamos de esto acabamos enfadados..... (cogíó con su mano la cara de su hermano para mirarle a los ojos) ¿Sabes lo que vamos a hacer?

HERMANO DE JEM : Sorpréndeme... ¿el qué? (apartando con desprecio la mano de su hermano)

(Se notaba la tensión en el ambiente, ambos habían pasado de un estado de tranquilidad a estar enojados. Caminaban por la habitación dándoles vueltas al asunto y sin apenas mirarse)

JEM : Vamos a preguntárselo a  papá y así salimos de dudas que mejor que él no lo sabe madie.

(el hermano de Jem asintió con la cabeza y ambos salieron de la habitación rumbo al salón que era donde se encontraba  Atticus)


[ Salón decorado con mueble clásicos y un gran ventanal desde que el que se observaba el atardecer]

ATTICUS: ¿Ya estaís discutiendo no? Se os oyen los gritos desde aquí, a ver si os relajaís que ya no teneís edad... ( llamó la atención a sus hijos mientras leía el periódico sentado en su butaca verde)

JEM: La discusión de siempre papá..... Te lo explico rápidamente y nos dices quien tiene razón.

Jem explica lo sucedido a su padre,en un tono normal y más calmado, mientra da vueltas a la mesa del salón)

ATTICUS: Los dos teneís razón (les dijo mientras dejaba el periódico que estaba leyendo sobre la mesa)



CONTINUACIÓN DE LA HISTORIA, NARRADA OTRA VEZ POR EL NARRADOR.



"Siendo del Sur, constituía un motivo de vergüenza para algunos miembros de la familia el hecho de que no constara que habíamos tenido antepasados en uno de los dos bandos de la Batalla de Hastings. No teníamos más que a Simon Finch, un boticario y peletero de Cornwall, cuya piedad sólo cedía el puesto a su tacañería. En Inglaterra, a Simon le irritaba la persecución de los sedicentes metodistas a manos de sus hermanos más liberales, y como Simon se daba el nombre demetodista, surcó el Atlántico hasta Filadelfia, de ahí pasó a Jamaica, de ahí a Mobile y de ahí subió a Saint Stephens. Teniendo bien presentes las estrictas normas de John Wesley sobre el uso de muchas palabras al vender y al comprar, Simon amasó una buena suma ejerciendo la Medicina, pero en este empeño fue desdichado por haber cedido a la tensión de hacer algo que no fuera para la mayor gloria de Dios, como por ejemplo, acumular oro y otras riquezas. Así, habiendo olvidado lo dicho por su maestro acerca de la posesión de instrumentos humanos, compró tres esclavos y con su ayuda fundó una heredad a orillas del río Alabama, a unas cuarenta millas más arriba de Saint Stephens. Volvió a Saint Stephens una sola vez, a buscar esposa, y con ésta estableció una dinastía que empezó con un buen número de hijas. Simon vivió hasta una edad impresionante y murió rico.
Era costumbre que los hombres de la familia se quedaran en la hacienda de Simon,
Desembarcadero de Finch, y se ganasen la vida con el algodón. La propiedad se bastaba a sí misma.Aunque modesto si se comparaba con los imperios que lo rodeaban, el Desembarcadero producía
todo lo que se requiere para vivir, excepto el hielo, la harina de trigo y las prendas de vestir, que le proporcionaban las embarcaciones fluviales de Mobile.
Simon habría mirado con rabia imponente los disturbios entre el Norte y el Sur, pues éstos
dejaron a sus descendientes despojados de todo menos de sus tierras; a pesar de lo cual la tradición de vivir en ellas continuó inalterable hasta bien entrado el siglo XX, cuando mi padre, Atticus Finch, se fue a Montgomery a aprender leyes, y su hermano menor a Boston a estudiar Medicina.
Su hermana Alexandra fue la Finch que se quedó en el Desembarcadero. Se casó con un hombre taciturno que se pasaba la mayor parte del tiempo tendido en una hamaca, junto al río,preguntándose si las redes de pescar tendrían ya su presa.
Cuando mi padre fue admitido en el Colegio de Abogados, regresó a Maycomb y se puso a
ejercer su carrera. Maycomb, a unas veinte millas al este del Desembarcadero de Finch, era la capital del condado de su mismo nombre. La oficina de Atticus en el edificio del juzgado contenía poco más que una percha para sombreros, un tablero de damas, una escupidera y un impoluto Código de Alabama. Sus dos primeros clientes fueron las dos últimas personas del condado de Maycomb que murieron en la horca.


[Oficina de Atticus en el edificio del juzgado]

ATTICUS: Os insisto en que acepteís la generosidad que está teniendo el Estado concediéndoos la gracia de la vida si os declaraís culpables de ser los autores del homicidio. No lo estaís valorando. (nervioso y agitado se paseaba por la habitación)

HAVEFORD( mayor):  No Atticus, esta vez no vamos a cambiar de opinión, él se lo buscó. ¿o no? (mientras miraba a su hermano pequeño)

HAVEFORD (menor): Claro que el solito se lo buscó y esto es suficiente como defensa. Tenemos hasta testigos que lo vieron. (gritó en la oficina mientras cogía un sombrero de la percha y lo tiraba al suelo)

ATTICUS: Bueno yo más no puedo hacer nada entonces si no quereís seguir mis indicaciones pero ya os aviso de lo que va a pasar... (resoplando y con gesto de desesperación)




CONTINUACIÓN DE LA HISTORIA Y VUELTA AL NARRADOR

 Atticus pudo hacer poca cosa por sus clientes, excepto estar presente cuando los ejecutaron, ocasión que señaló, probablemente,el comienzo de la profunda antipatía que sentía mi padre por el cultivo del Derecho Criminal.
Durante los primeros cinco años en Maycomb, Atticus practicó más que nada la economía;
luego, por espacio de otros varios años empleó sus ingresos en la educación de su hermano. John Hale Finch tenía diez años menos que mi padre, y decidió estudiar Medicina en una época en que no valía la pena cultivar algodón. Pero en seguida que tuvo a tío Jack bien encauzado, Atticus cosechó unos ingresos razonables del ejercicio de la abogacía. Le gustaba Maycomb, había nacido y se había criado en aquel condado; conocía a sus conciudadanos, y gracias a la laboriosidad de Simon Finch, Atticus estaba emparentado por sangre o por casamiento con casi todas las familias de la ciudad.Maycomb era una población antigua, pero cuando yo la conocí por primera vez era, además, una población antigua y fatigada. En los días lluviosos las calles se convertían en un barrizal rojo; la hierba crecía en las aceras, y, en la plaza, el edificio del juzgado parecía desplomarse. De todas maneras, entonces hacía más calor; un perro negro sufría en un día de verano; unas mulas que estaban en los huesos, enganchadas a los carros Hoover, espantaban moscas a la sofocante sombra de las encinas de la plaza. A las nueve de la mañana, los cuellos duros de los hombres perdían su tersura. Las damas se bañaban antes del mediodía, después de la siesta de las tres... y al atardecer estaban ya como pastelillos blandos con incrustaciones de sudor y talco fino.
Entonces la gente se movía despacio. Cruzaba cachazudamente la plaza, entraba y salía de las tiendas con paso calmoso, se tomaba su tiempo para todo. El día tenía veinticuatro horas, pero parecía más largo. Nadie tenía prisa, porque no había adonde ir, nada que comprar, ni dinero con qué comprarlo, ni nada que ver fuera de los limites del condado de Maycomb. Sin embargo, era una época de vago optimismo para algunas personas: al condado de Maycomb se le dijo que no había de temer a nada, más que a si mismo.
Vivíamos en la mayor calle residencial de la población, Aticcus, Jem y yo, además de Calpurnia, nuestra cocinera. Jem y yo hallábamos a nuestro padre plenamente satisfactorio: jugaba con nosotros, nos leía y nos trataba con un despego cortés.
Calpurnia, en cambio, era otra cosa distinta. Era toda ángulos y huesos, miope y bizca; tenía la mano ancha como un madero de cama, y dos veces más dura.


[COCINA DE LA CASA]

CAPICURNIA: ¡SAL DE LA COCINA AHORA MISMO! Ay hijo mio, ya podías aprender un poco de lo bien que se porta tu hermano Jem. (mientras se recolocaba el delantal con una mano y con la otra removia la sopa con un cucharón)

HERMANO DE JEM : Jolin Capicurnia si no estoy haciendo nada (se quejaba mientras dejaba caer los brazos sobre su cuerpo como señal de queja)

(aparece Atticus por la puerta de la cocina)

CAPICURNIA: Ay señor, cualquier día de estos me vuelvo loca con su hijo Atticus.... No me deja acabar de hacer la cena! (dirigiéndose a Atticus con voz de desesperación)

ATTICUS: ¿Cuántas veces te tengo dicho que no molestes? Vete a la habitación a acabar los deberes y ya te avisaré cuando este terminada la cena (regañando a su hijo y señálándole con la mano la puerta)

HERMANO DE JEM: vale papá, pero es que no estaba molestando........... (indignado se marcha para su habitación)

CAPICURNIA: Muchas gracias, es que llevo un día un poco extresado e igual me he pasado un poco pero es que a este paso no acabo nunca

(Atticus la miro,sonrió y se sentó en una silla de la mesa a esperar)

VUELTA AL NARRADOR Y FIN

" Estaba con nosotros desde que nació Jem, y yo sentía su tiránica presencia desde
que me alcanzaba la memoria."

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